Muchos no habrían sabido que hacer con una parcela como la que Leonard Malin recibió de su suegro cerca de Mulholland Drive. Parecía imposible edificar una casa en una pendiente de 45 grados, más aun, con los modestos medios con los que contaba Malin, un joven ingeniero aeroespacial. Su suerte fue conocer al arquitecto John Lautner, que le proporcionó una solución totalmente inesperada a su problema.
Una vista nocturna. Original en Los Angeles Times
“Mi filosofía en aquel tiempo era: la mayoría de la gente trabaja toda su vida para construir la casa de sus sueños”, explicaba Malin a un periodista de Los Angeles Times. “¿Por qué no construirla ahora, y pagarla durante el resto de mi vida?”. En aquel tiempo la ciudad de Los Angeles estaba inmersa en un período de expansión durante el cual una familia de clase media podía construirse una casa en las colinas de Hollywood con un presupuesto bastante modesto.
Pese a su determinación, la parcela hubiera continuado sin edificar de no ser porque Malin contactó con Lautner, un arquitecto discípulo de Frank Lloyd Wright con fama de enojadizo al que conocía por haber construido otra casa en otra pendiente similar bastante cerca, la casa Harpel .
Curiosamente, no serían las dos únicas casas que Lautner construiría a lo largo de su carrera en lugares “complicados” como pendientes y cumbres de montañas o la orilla del mar. Emplazamientos en los que sus diseños intentarían sacar el mayor partido de las vistas que ofrecían.
En el caso de la parcela de los Malin, la manera convencional de resolver el problema de la empinada pendiente hubiera sido excavar el terreno y construir unos muros de contención de como mínimo 10 metros de alto para tratar de contener la montaña. Sin embargo, cuando Lautner vio el solar, dibujó una línea recta vertical, una cruz y una curva sobre ella. “Dibújala aquí arriba” dijo a su ayudante.
Proyecto y sección de la casa. Original en The New York Times
Sobre el terreno, aquella línea se convertiría en una robusta columna de hormigón de 6 metros de diámetro y 8.7 de altura sobre la que Lautner proyectó una casa octogonal de 205 metros cuadrados. La estructura de la casa estaría formada por vigas de madera laminada sujetas al centro mediante un anillo de compresión hecho de acero. Podría parecer una estructura frágil, pero la experiencia demostraría que no era así, al ser capaz de resistir sin problemas lluvias torrenciales y varios terremotos. El acceso a la casa sería desde el lado de la montaña a través de una pasarela a la que se llega mediante un funicular.
La casa proyectada, sin duda, tenía una apariencia de platillo volante, pero Lautner no lo veía así, para él era sólo una solución práctica que permitía construir en aquella ladera. Mucho más conveniente que la otra opción, la de excavar la montaña, que Lautner consideró una locura.
Lautner tenía una personalidad fuerte, pero se esforzaba en satisfacer las necesidades y deseos de sus clientes. Hablaba con ellos y buscaba la solución que mejor se adaptaba a su personalidad.
Decidido a hacer realidad la casa que mejor “encajaba“con su manera ser, Malin dejó su trabajo y se dedicó a construirla él mismo con la ayuda de tres obreros. Fueron 18 meses de trabajo, pero en 1961 la casa ya estaba terminada. Había costado unos 140.000 dólares, la mayoría de ellos aportados por los patrocinadores de la obra, la compañía de gas Southern California Gas y la Chem Seal Corporation (que inspiró el nombre de la casa, Chemosphere), una corporación química que aprovechó para experimentar con diferentes tipos de resinas, colas y de revestimientos. De esta manera, Malin sólo tuvo que pagar 80.000 dólares.
Malin aún recuerda la primera vez que encendieron las luces de debajo de la casa, cuando hubo gente que vino desde el cercano valle de San Fernando a ver aquello que parecía un OVNI. Aunque es cierto que por fuera la casa tiene un aspecto frío de nave espacial inaccesible, por dentro resulta tremendamente acogedora y cálida. “Quizás sea porque cuando estás dentro de ella, en verdad, estás en el aire flotando sobre la ciudad y la realidad, desconectado del planeta y completamente libre y feliz”, afirma Angelika Taschen, su actual propietaria.
Otro aspecto que destacan sus actuales propietarios es la magnífica situación de la casa, situada entre el campo y la ciudad. Lo que permite tener sensaciones muy diferentes desde ambos lados de ella. Desde la cara que da al valle de San Fernando, se ve la gran ciudad, las casas, los rascacielos, la autopista 101,… Mientras que en la parte que da hacia la montaña se siente la naturaleza y sus animales.
La casa, que llegaría a ser considerada por la Enciclopedia Británica como el “hogar más moderno del mundo”, es todo un ejemplo de la arquitectura de Los Angeles de su época, en la que una casa no tenía porque parecer una casa, sino que podía adoptar la forma que quisiera. Aunque la fascinación de Lautner por las nuevas formas y estructuras no tenía nada que ver con el futurismo de la era espacial, sino con su determinación por humanizar los espacios construidos.
Lautner era un entusiasta seguidor de la arquitectura orgánica, como su maestro Wright, una arquitectura preocupada por mejorar la vida del hombre atendiendo sus problemas vitales y psicológicos, y que buscaba crear espacios interiores más envolventes, huyendo para ello de las líneas rectas y de las formas cúbicas. El resultado eran formas más complicadas, no repetidas, más costosas y menos industrializables, y estructuras que muy a menudo imitaban formas de la naturaleza como una flor, un árbol o una cueva.
La obra de Lautner muestra, además, una gran preocupación por integrar las casas en su entorno y crear un flujo “orgánico” entre el espacio interior y el exterior. En sus casas es también habitual el empleo de formas geométricas básicas como el círculo y el triangulo, que suelen ser los motivos dominantes en muchos de sus diseños.
Los Malin y sus cuatro hijos vivieron en la casa durante más de diez años, pero 1972, problemas económicos les obligaron a venderla al doctor Richard Kuhn. Unos años más tarde, en 1976, dos ladrones entraron en la casa y apuñalaron a Kuhn hasta matarlo. La policía no tardó en detenerles y fueron sentenciados a cadena perpetua. Uno de ellos era un chico de 19 años.
Después de este episodio trágico, la casa pasaría por las manos de otros dos propietarios, aunque estaría en venta la mayor parte del tiempo. No existía un mercado para una casa así, la gente prefería otros tipos de vivienda más convencionales. Mientras, la Chemosphere fue sufriendo modificaciones y acabó convirtiéndose en una casa que se alquilaba para organizar fiestas.
La decadencia de la casa continuaría hasta 1997, cuando el editor alemán especializado en libros de arte y arquitectura Benedikt Taschen y su mujer, la visitaron. Los Taschen, unos apasionados del Modernismo de Los Angeles y buenos conocedores de la obra de Lautner, se enamoraron de la casa nada más verla y a pesar de que se encontraba en un estado de conservación bastante pobre la compraron por un millón de dólares.
La Chemosphere, con su suelo enmoquetado, sus ventanas viejas y las siete capas de pintura que cubrían lo que antes eran austeras paredes de ladrillo, tenía un aspecto más propio de un motel viejo y cutre que de una joya de la arquitectura moderna. Con el objetivo de recuperar su aspecto y espíritu inicial, Los Taschen encargaron la restauración de la casa al arquitecto Frank Escher. Sin embargo, no siguieron exactamente el diseño original, sino que, respetando lo que ellos consideran la visión inicial, introdujeron algunos detalles o acabados que Lautner diseñó o consideró, pero que en su tiempo resultaban prohibitivos por precio o simplemente la tecnología no los permitía.
Aspecto del interior de la casa en la actualidad. Original en Los Angeles Times
En cualquier caso, todas las modificaciones fueron consultadas con Malin. El constructor de la casa, que reconoce haber estado preocupado por el estado de decadencia en el que estaba cayendo la que aún considera “su casa”, afirma que, con la compra por parte de los Taschen, esa preocupación desapareció del todo y está más que satisfecho con el resultado de la restauración y las modificaciones introducidas, algunas de las cuales reconoce haber barajado él en su tiempo, pero había tenido que descartar por la falta de dinero.
Los Taschen, con intereses repartidos por todo el mundo, continúan manteniendo su residencia habitual en Colonia y utilizan la Chemosphere cuando visitan Los Angeles.
PS: Esta vez me adelanto a los comentarios de los seguidores de los Simpson ;-) La casa aparece en el capítulo “Un pez llamado Selma”
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+info:
- Lautner’s Chemosphere gets a new life (PDF) in Taliesin Fellows Newsletter
- Eight sides to this story in Los Angeles Times
- The Flying Saucer House Soars Again in The New York Times
- Chemosphere in en.wikipedia.org