En el suroeste de la península del Peloponeso, se encuentra el conocido como Gibraltar griego, Monemvasia. Un imponente peñón de 1.8 kilómetros de longitud que en el siglo IV quedó separado de la costa a causa de un terremoto. Desde el siglo VI, han sido muchos los que han buscado refugio y los que han intentado apoderarse de la roca. Una fortaleza construida por la naturaleza, como decían los venecianos, que se levanta 300 metros sobre el mar, rodeada de pronunciados precipicios que la convertían en inexpugnable.
Según cuenta una crónica del siglo VI, fueron los griegos que huían de las invasiones eslavas y ávaras los que encontraron refugio en “un lugar en la costa, poderoso e inaccesible, donde se asentaron con su propio obispo y al que llamaron Monemvasia porque tenía un único acceso”. Estas invasiones marcaron el comienzo de una época convulsa para el dominio bizantino sobre el Peloponeso –en aquel tiempo conocido como Morea– hasta el punto de que algunas crónicas –muy discutidas– han llegado a sugerir que los invasores eslavos llegaron a constituir su propio estado independiente en la mayor parte de la península.
En otras zonas del imperio, la situación también era complicada. Los ataques ya no se limitaban a las zonas fronterizas y ahora alcanzaban el interior, llegando, incluso, a amenazar Constantinopla. Al mismo tiempo, lo que antes eran incursiones puntuales se fueron transformando en asentamientos permanentes que acabaron dando lugar a auténticos estados independientes y hostiles hacia la autoridad de Bizancio dentro de los supuestos límites del imperio.
Afortunadamente para los bizantinos, a partir del siglo VIII, su imperio comenzó a recuperarse del devastador efecto de todas estas invasiones y losinvasores eslavos acabaron siendo expulsados o asimilados. Una vez libre, las calamidades no acabarían para el Peloponeso. En el 747, unaepidemia golpeó Monemvasia y devastó la costa este del istmo. Muchas zonas quedaron despobladas, aunque la ciudad se recuperó rápidamente, llegando a superar, incluso, su anterior importancia. En los años siguientes, esta creciente prosperidad no pasó inadvertida para los piratas árabes, que la atacaron en varias ocasiones, aunque ninguno de sus ataques consiguió superar las murallas de la ciudad.
Hagia Sophia. Foto de Frank Kathoefer
La distribución de Monemvasia seguía la típica de una ciudad bizantina fortificada, con una ciudadela en su punto más alto y dos líneas de murallas más abajo que dividían la ciudad en dos: la parte alta y la baja. La zona alta de Monemvasia era el centro administrativo y en ella vivía laaristocracia. La parte baja, situada en una pequeña terraza al borde del mar, era la zona comercial y en ella se encontraban los talleres y las casasde los comerciantes y marineros. Los comercios ocupaban la calle central, como siguen haciendo hoy en día. En la parte suroeste de la isla, fuera de las murallas, también existía un pequeño asentamiento.
Durante el siglo IX, las ciudades bizantinas comenzaron a recuperarse gracias a la restauración del poder central. Fue especialmente próspero el siglo XII. De la mano de la familia imperial de los Commeno, la población y la economía del imperio experimentaron un gran crecimiento. Se fundaron nuevas ciudades y muchas de las ya existentes crecieron o se consolidaron. El crecimiento, además, llegó a las zonas rurales, donde al aumentar las tierras dedicadas al cultivo se produjo un incremento de la producción agrícola.
Todo este crecimiento demográfico y económico atrajo el interés comercial veneciano. El aumento del comercio acabaría trayendo más prosperidad al Imperio. Por su parte, Monemvasia, fue atacada por los normandos de Sicilia en 1147. La ciudad, una vez más, resistió. Mientras, comenzaba a hacerse con una importante flota para defenderse.
A comienzos del siglo XIII, la Cuarta Cruzada conquista el Imperio Bizantino y se hace con casi toda Grecia. Los cruzados francos se apoderaron de casi toda Morea. Monemvasia, sin embargo, fue una de las pocas ciudades que permanecieron bajo poder griego. La ciudad rechazó rendirse y resistió durante casi medio siglo más la presión franca, pero en 1249 se vio obligada a capitular. Lo hizo después de un bloqueo de 3 años al que sometieron la ciudad un contingente de venecianos y francos dirigidos por Guillermo de Villehardouin, y, según cuenta la Crónica de Morea, sólo después de que sus habitantes se hubieran comido hasta las ratas y, por supuesto, los gatos de la ciudad.
Puerta de la ciudad baja. Foto de bovolo
Muros de la ciudad baja. Foto de bovolo
Los francos sólo retendrían la ciudad durante 13 años. En 1262 pasó a formar parte del rescate, junto a las ciudades de Mistra y Maina, que Gillermo II Villehardouin tuvo que pagar por su propia liberación al emperador bizantino Miguel VIII Paleólogo. Una vez recuperada, Monemvasia se convirtió en el punto de desembarco de la tropas imperiales que venían a reforzar el recién creado Despotado de Morea, desde el que partían los ataques bizantinos hacia lo que quedaba del principado franco de Morea . Monemvasia, por su parte, vio como se convertía en una importante base para los piratas dedicados al saqueo de las rutas comerciales venecianas.
En 1293, un año después de que Roger de Lluria atacara la ciudad e incendiara su parte baja, el emperador Andrónico II, emitió una bula por la que el obispado de la ciudad fue elevado al rango de metrópolis, con jurisdicción sobre todo el Peloponeso. También se pusieron en práctica medidas económicas con el objetivo de convertir la ciudad en la capital comercial de la Morea bizantina y, así, competir con las bases comerciales venecianas en Mesenia (en la parte occidental del Peloponeso). Aunque podría ser anterior, se cree que fue durante el reinado de Andrónico II cuando se construyó la iglesia de Hagia Sophia, que es el edificio más importante que se conserva de la parte alta de la ciudad hoy en día.
Andrónico III volvió a ampliar los privilegios concedidos a Monemvasia, eximiendo a sus habitantes de la obligación de pagar impuestos o de realizar trabajos forzados. Además, les concedió el derecho de comerciar libremente con la mayor parte del Imperio. La prosperidad de la ciudad se vio incrementada con el floreciente negocio de la exportación a toda Europa del vino de Malvasia producido en el Peloponeso Oriental y en algunas de las islas Cícladas. Un vino muy apreciado en las cortes europeas de la época.
El principal privilegio que había recibido la ciudad, el poder para elegir sus propios gobernantes, la convirtió en una ciudad casi autónoma respecto a la autoridad centralizada y burocrática de Constantinopla. Sin embargo, esta libertad acabó convirtiéndose en una maldición. Los arcontes de la ciudad fueron unos de los principales culpables del desorden en el que se comenzó a sumir el Despotado de Mistra, precisamente cuando más necesaria era la unidad para luchar contra los turcos.
Pese a todo, en 1442, cuando la conquista otomana parecía, ya, inminente, Teodoro II de Mistra volvió a ratificar los privilegios de la ciudad y renovó el sistema que obligaba a dedicar la herencia de los que murieran sin descendencia a la reparación y refuerzo de las defensas de la ciudad.
Después de la caída de Constantinopla en 1453 y la posterior de toda Morea, la única ciudad que quedaba de lo que había sido el todopoderosoImperio Bizantino era Monemvasia (hasta 1461, a orillas del Mar Negro, sobreviviría el Imperio de Trebisonda, un estado surgido de la descomposición del Imperio Bizantino, justo unas semanas antes de la toma de Constantinopla por la IV Cruzada).
El derrotado Déspota de Morea, Demetrio Paleólogo, se unió al séquito de sultán. Su mujer y su hija, por el contrario, prefirieron buscar refugio en el fortificado peñón. Al poco tiempo, el sultán envió un emir para exigir la sumisión de la ciudad. Las mujeres del traidor le fueron entregadas, pero los habitantes de la ciudad rehusaron rendirse guiados por Manuel Paleólogo, sobrino del déspota y que, tras la traición de este, ocupaba la segunda posición en la línea de sucesión imperial, detrás de su padre Tomás Paleólogo. El emir, por su parte, se retiró sin luchar.
Monemvasia se había quedado sola en su lucha por preservar su independencia frente al enemigo turco. Su primer movimiento fue aceptar como caudillo a un pirata catalán llamado Lupo de Bertagna que, según parece, llevaba unos años por aquellas aguas dedicado a su “oficio”. Fue una mala elección, Bertagna resultó ser un tiránico dictador. Así que tan rápido como lo habían hecho llamar, lo expulsaron. Otra vez sola, en 1460, la ciudad decidió probar la protección del Papado. Sin embargo, la nueva alianza tampoco duraría demasiado. El poder militar y político del Papa resultaba insuficiente frente a la constante presión de los otomanos, por lo que se vio obligado en 1464 a ceder la ciudad a la República de San Marcos, que en aquella época estaba en guerra con los turcos.
El dominio veneciano trajo consigo un período de paz y prosperidad a Malvasia, como ellos llamaban a la ciudad. Aunque, extrañamente, pocas construcciones se pueden atribuir a este periodo. Bajo su control, el provechoso negocio de la exportación de su vino continuó. Pero en 1540 la Serenissima acabó cediendo la ciudad al Sultán Solimán el Magnífico a cambio de la promesa de un tratado de paz. Fue durante la segunda guerra entre venecianos y turcos, y la pérdida de la ciudad marcó el comienzo del ocaso del imperio veneciano en Levante y el declive de su comercio.
Por su parte, los turcos llevaron a cabo la renovación de las defensas de la ciudad baja. Construyeron la mayor parte de los muros que rodean hoy en día la parte baja de la ciudad. Muy probablemente, después de derribar lo que quedaba de las antiguas murallas bizantinas. También parece que son de esta época la puerta de la parte alta de la ciudad y los parapetos que bordean los precipicios.
En 1554, los nuevos muros resistieron como antes lo habían hecho los antiguos. En este caso, fueron los Caballeros de Malta los que intentaron recuperar la ciudad para la Cristiandad. No lo consiguieron y, aparentemente, la población de la ciudad no mostró demasiado interés por ayudar ni aliarse con sus supuestos libertadores.
Un siglo después, lo intentaron los venecianos. Lo probaron en 1653, 1654 y 1655, sin éxito. Lo volvieron a probar en 1687, durante la Guerra de Morea, cuando ya todo el Peloponeso estaba en sus manos y Monemvasia era la única ciudad que se les resistía, tampoco lo consiguieron y prefirieron continuar con sus conquistas más al norte del istmo.
En 1689, abandonada su expansión hacia el norte, la República de Venecia volvió a poner sus ojos en aquella molesta mancha en la Morea veneciana que era Monemvasia. Los venecianos decidieron someter a la ciudad a un bloqueo naval y construyeron dos fuertes, uno delante del puente de 23 ojos que unía la ciudad con la costa, y otro, más al sur, desde el que se dominaba la ciudad baja. Desde ambas posiciones los venecianos bombardeaban las posiciones turcas. En varias ocasiones, los venecianos intentaron tomar la ciudad. Una de ellas atacando con brulotes los muros de la ciudad baja. No tuvieron éxito y el capitán veneciano prefirió esperar a que el bloqueo surtiera efecto a continuar arriesgando más vidas.
Con el paso del tiempo y la llegada de más refuerzos, los venecianos volvieron a pasar al ataque. Tomaron posiciones en la isla y lo volvieron a intentar. Pese a los esfuerzos, no consiguieron grandes avances y entre los capitanes venecianos comenzó a cundir la duda de si tenía algún sentidotomar el Borgo (la ciudad baja), pues, aunque este cayera, tomar la fortaleza superior (el Castello) seguiría siendo una misión casi imposible.
La única manera de acceder a la parte alta era siguiendo un escarpado y zigzagueante camino que partía desde el Borgo. En este camino, que era interrumpido por varios muros, no había espacio para situar artillería, cavar trincheras o construir fortificaciones, por lo que los atacantes estaban a merced de las piedras o proyectiles que los defensores les arrojaran desde arriba.
Calle principal del Borgo. Foto original de bovolo
Campanario en el Borgo. Foto de bovolo
Gracias a las paredes naturales que bordeaban el Castello, esta parte de la ciudad no necesitaba unas fortificaciones muy contundentes, le bastaba con unos muros bastante bajos y, en algunos flancos, ni tan siquiera eso. Por su parte, las murallas que protegían el Borgo no llegaban hasta las fortificaciones superiores. Se limitaban a llegar hasta los flancos verticales de la roca. Parecía difícil que alguien pudiera trepar por aquellos muros naturales, ni siquiera lo turcos, que tenían fama de buenos escaladores.
Abandonada la idea de atacar la ciudad baja, los venecianos y sus aliados comenzaron a retirarse a tierra firme a esperar que el hambre debilitara la voluntad de los defensores de la ciudad. Fue entonces cuando un comandante de artillería veneciano aseguró que las piezas de artillería de los turcos eran poco potentes, especialmente ahora que cada vez les quedaba menos pólvora. El comandante propuso construir trincheras a menos de 50 metros de las murallas de la ciudad desde las que bombardearlas en colaboración con la artillería de las galeras.
El plan surtió efecto. Los turcos, para entonces ya muy debilitados por el hambre, se asustaron por el progreso de los movimientos de los venecianos y no demasiado convencidos de la resistencia de sus muros defensivos, que no eran especialmente gruesos, prefirieron negociar y acabaron rindiendo la ciudad el 12 de abril de 1690. 1.200 turcos, 300 de los cuales eran soldados, abandonaron la ciudad y entregaron a los venecianos 78 cañones junto con todos los esclavos y renegados cristianos. Después de 14 meses, Monemvasia era veneciana y la conquista de Morea, completa. En los años posteriores, la República repobló toda la zona con colonos albaneses.
Después del sitio, los venecianos repararon los muros que habían resultado dañados por sus bombardeos, pero parece que no hicieron ninguna otra mejora o ampliación de las defensas de la ciudad. Como solían decir, la naturaleza había construido la fortaleza y poco había que hacer para reforzarla.
Esta vez, sin embargo, el dominio veneciano duraría tan sólo 25 años. Durante el verano del 1715 un ejército turco avanzó hacia la ciudad. Esta vez, para evitar otro sitio, los venecianos prefirieron negociar. Finalmente, a cambio de una importante suma de dinero, entregaron la ciudad.
Durante este nuevo período de dominación turca, la ciudad continuó su particular decadencia. Durante la Guerra Ruso-Turca de 1768-1774, en 1770, la población albanesa y griega se levantó contra los ocupantes turcos, fue la Revuelta Orlov. Sin embargo, los turcos consiguieron aplacarla y la reprimieron con tal dureza y ferocidad que muchos griegos decidieron huir. En 1805, de las 350 casas de Monemvasia, sólo 3 las ocupaban familias griegas.
En 1821, durante la Guerra de Independencia Griega, Monemvasia, la última fortaleza que sus antepasados habían rendido a los turcos, se convirtió en la primera fortificación que los griegos recuperaron. Como siempre, la única forma de que los ocupantes de la roca se rindieran fue esperar a que se les acabara la comida después de un sitio de cuatro meses. De esta manera, el 1 de agosto, Tzannetakis Grigorakis entraba en la ciudad al mando de su propio ejército privado. Tras la toma, algunas de las familias griegas que habían huido en 1770 volvieron a la ciudad, pero, pese a este retorno, la ciudad no recuperó la gloria ni la importancia pasada.
Panorámica de Monemvasia. Foto de bovolo
En 1911, el último habitante abandonó la parte alta de la ciudad, que hoy en día, y a excepción de un par de edificios y de los muros que la rodean, es sólo una gran extensión de ruinas. La parte baja también fue perdiendo habitantes y en 1971 su población llegó a su mínimo, 32 habitantes. La vida y la actividad se fueron trasladando poco a poco al otro lado del puente, donde entorno a un pequeño puerto ha ido surgiendo Gefira. Pese a todo, en los últimos tiempos, y gracias al turismo, la población de la ciudad vieja se ha ido recuperando. Gentes provenientes del resto de Grecia o, incluso, del extranjero han comenzado a reconstruir sus antiguas casas y, en 2001, eran ya 90 los residentes permanentes.
PS: Se dice que en la parte alta de la ciudad había campos de maíz para alimentar hasta a 30 hombres.
Las fotos son del pasado verano, que tuve la suerte de poder visitar Monemvasia. Más fotos en panoramio
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+info:
- Castles of the Morea by Kevin Andrews, Glenn R. Bugh in google books (pág 196)
- Monemvasia in en.wikipedia.org
- Malvasia in Venetian Fortresses in Greece by Roberto Piperno
- Monemvasia – The Town and its History by Rainer W. Klaus and Ulrich Steinmuller, extracto en monemvasia-online
- A History of the Crusades: The fourteenth and fifteenth centuries by Kennth Meyer, Harry W. Hazard en google books
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